XI. DÍAS
DE IRA
El más
dispuesto a llevar adelante el operativo de aniquilamiento sin ningún tipo de
demora era Pedro Abella, con quien alguna vez compartimos sin saberlo -hace
mucho y por unos pocos meses- proyectos políticos y sociales bajo la forma de
una convergencia de fuerzas populares. Ahora Comandante Tercero, Pedro siempre fue un
militante aguerrido, proclive a la acción directa, realista hasta el tuétano,
con grandes conocimientos históricos, producto, por un lado, de una antigua
formación de cuadro maoísta, y por otro, de su carácter impulsivo.
Su axioma
preferido: la vida es lucha, luchar es
vivir. Tácticas preferidas: avanzar en oleadas; dar rodeos cuando es el
enemigo el que persigue; concentrar fuerzas cuanto más adversas sean las
circunstancias.
Daniel
Vizzini, el Comandante Segundo, no
estaba de acuerdo con el apresuramiento.
Insistió
-con bastante vehemencia- que se debía planificar la contraofensiva hasta en
sus mínimos detalles. Por sus
características, el operativo planteaba varios problemas de índole técnica y humana (nunca mejor puesto el
adjetivo).
Nos dio
tres horas para resolverlos. Las
opciones deberían presentarse por
escrito.
De los
aspectos técnicos, se encargarían Daniel Mavied y Carlos Távola. Pedro
Abella y Jorge Gamarra se abocarían a los recursos humanos.
En otras palabras, la búsqueda de los mejores
combatientes de la ciudad.
A Mateo
Soler y a este cronista se nos encargó elaborar una estrategia alternativa en
caso de una nueva derrota. Era
notorio que había cambiado las especializaciones
de cada uno de los miembros de la Fratría.
Las tres
comisiones desembocarían en un Plenario Decisorio, instancia concebida en el
Estatuto para los casos extremos y que implicaba que sólo podía aprobarse una
medida de tan vastos alcances con el consentimiento unánime de la totalidad de
los Fratelli.
Acta-Declaración
“En el séptimo día del
mes de enero del nuevo milenio, reunido en Plenario Decisorio, teniendo como
escenario una gravísima situación imperante, el Directorio del Movimiento de
Liberación ha resuelto aprobar:
En primer lugar, una Contraofensiva Integral, en dos etapas,
con plena utilización de todos los recursos y medios disponibles.
En segundo término, un Programa Básico de Masas,
profundización de la Movilización
Política para la Guerra de Resistencia, bajo la consigna “todo el poder al
pueblo”, a fin de ser aplicado en lo inmediato, independientemente de los
resultados militares. El Programa
impulsa la constitución de gobiernos autoorganizados en las zonas liberadas.
En tercer instancia, un Plan Alternativo, que contemple las
etapas del repliegue ordenado hacia la zona del Delta ”.
Desde algún lugar de la ciudad, el
acta-declaración se distribuyó a los capitanes.
Junto con ella, los documentos ampliatorios del
plan militar.
Al mismo tiempo, la cadena informativa radial
-integrada por nueve emisoras de baja potencia y el Centro de Comunicaciones Electrónicas- difundió un mensaje del Comandante, llamando a cumplir
estrictamente las instrucciones de los Consejos
de Defensa Barriales (CDB).
¿Y el Príncipe de las Tinieblas? Por la sección Epsilon de la red de inteligencia en territorio ocupado, sabíamos
de su permanencia en la Torre de Humedad,
en la temible Región Fronteriza, muy
cerca de las dársenas.
Custodiado
por una guardia pretoriana integrada por 500 demonios decuriones, en el primer
anillo; 5000 demonios-milites en un
segundo círculo y 1500 biothanati y vykrolakas en el anillo externo,
meditaba sus próximos pasos.
“Negrura entre las negruras, el caos era su
padre, la luna su matriz y la tierra de los cementerios su alimento”, había profetizado el poeta irlandés Thomas Flaganny en el siglo XV. Criado en
el vientre del viento, llevaba y traía la sombra del Sol por el cielo de la
urbe, acumulando, a manera de condensador, energía abisal.
En esa
zona, las siniestras fluorescencias hacían bailar a perros lúbricos, mientras se
concretaban uniones monstruosas entre vykrolakas
y prisioneras, bajo un cielo alucinatorio, siempre en coincidencia con los
testimonios que Epsilón reunió en
aquellas jornadas.
La
vigilancia de biothani y hombres-demonios se extendía durante
todo el día, aunque la luz del sol dañaba su sistema inmunitario.
De ellos
tenía que dar cuenta la compañía de Cazadores
regida por el capitán Facundo: 337 guerreros entre combatientes,
milicianos y auxiliares, cinco vehículos blindados y un anfibio, con el
respaldo de una sección de las FEI.
Podrían
parecer muchos, pero la Región englobaba
unas diez manzanas, cerca de la Usina II. Sin
dudas, golpear la Torre de Humedad
era golpear el corazón de la invasión. Pedro
Abella estaba dispuesto a llegar hasta el antro, si era necesario solo o
acaudillando una oleada de fieles seguidores, dispuestos a inmolarse en nombre
de los caídos. Con
virulencia y furia desmedida, el Hombre de
Cromagnon como apodaban al Comandante Tercero desde la
"primavera" del ‘73, buscaba vengar a los víctimas de la invasión. Un mal
vestigio de otra época, comprensible, sí, pero no adecuado a la fase crítica a
la que la ciudad estaba sometida.
Al tiempo
que se acercaban horas decisivas, preludiaba la ejecución de un inédito plan general
de defensa. Comprendía
las zonas liberadas de la ciudad (un 75 % del territorio) bajo la tutela de un
cuadrunvirato elegido entre doce capitanes.
El día 30 del último mes del año principió la contraofensiva
al mando del Comandante Tercero. Desde el
puesto ubicado en Plaza San Martín coordinaba los grandes movimientos de tres
columnas principales y una secundaria, agrupadas bajo la designación de Columna Sur.
Su plan
de oleadas humanas, al mejor estilo vietnamita, había roto las primeras líneas
enemigas. Más de
cinco mil hombres y mujeres tomaban parte del dispositivo que se había iniciado
a las 6 de la mañana.
Pronto,
las falanges del Adversario se
replegaron hacia la última línea defensiva de la Región Fronteriza, donde cazadores
e infantes libraban feroces combates
desde las 05.40, con la misión de aniquilar al triple “cinturón” de acero que
rodeaba al Oscuro.
Próximo
al amanecer, acaeció un eclipse de luna. Con este fenómeno anómalo, los invasores habían recobrado una robustez pasajera. El astro,
recubierto de un manto púrpura dejaba escapar destellos mefíticos, mientras un
viento cargado de agua azotaba los techos. Proveniente
del río, la corriente fría arrastraba aguijones de escarcha.
Los
combatientes de la Columna Sur daban
señales de pesadez en sus movimientos.
La tierra
se congelaba segundo a segundo. Tan
pronto la oscuridad cedió, los rincones luminosos de la mañana se filtraron
entre edificios. Los deformes volvieron a debilitarse. Cuando el reloj daban las 11.30, el balance parcial de la batalla era desfavorable
a las Legiones. Las
consecuencias, a todas luces, daban vuelta los planes del Dictador Negro.
De
improviso, el cielo enrojeció. Un lago
de sangre helada manó de la Torre de
Humedad, iluminando el contorno neogótico. Los altos
muros de granito que acunaban al Maligno
cayeron. Su figura
espectral, había crecido por lo menos cinco veces de tamaño desde la epifanía en el Parque. Cadáveres
de demonios-milites y decuriones,
junto a plátanos arrancados de cuajo, adoquines y vehículos incendiados fueron
arrojados a la dársena. ¿Cómo
expresar con palabras lo que ocurrió entonces? Frente al
portento, la lengua es un instrumento rudimentario, casi irrelevante.
El
furibundo Animal, portador de todos
los males, inició una serie de transformaciones. Fue Argon, el guardián de trescientos ojos;
también Hybris, el dragón sin alas,
después Azoth, el vulcano de las
grutas mediterráneas; más tarde se convirtió en chacal etíope, siendo
sucesivamente bestiis -el gato
infernal-, Baco, datura, luna
creciente, andrógino, llama de fuego azul, luz fría, sombra de Dios, Leviatán, escorpión. Sus tres
caras miraban al norte, región de muerte y decadencia.
Un vaho
pestilente salía de las llagas y el sudor envenenado provocaba
alucinaciones. La ciudad
avistaba en un rojo sol gigantesco, la cara de Abbadón estampada como una calcomanía grotesca, ora riente, ora
suplicante.
“Yo soy el Divino Maestro. Quienes me sigan
conocerán la Triple Corona del reinado de Saturno. ¡Ábranse puertas de la
Oscuridad! La Luna perfecta, la Estrella Dorada, el Rey del Mundo los espera.
Habitantes de la Nueva Babel: soy el Gran Proscripto, el Hijo caído y condenado
por un Padre injusto y cruel. Los invito a la Rebelión Perpetua, a la Verdadera
Iluminación, a la salvación por el pecado!”, proferiría atronando el aire. Cielo y
tierra palidecieron. La atmósfera sulfurosa se propagaba velozmente. El torso
desmedido se hinchó hasta explotar. Ya se había hecho mediodía, hora propicia a
Satán.
Sorprendiendo
a propios y extraños, Pedro Abella, almenado por un pelotón de avanzada, se
puso a tiro del Gigante, aferró con
fuerza un lanzacohetes, desprendió el seguro y pulsó el gatillo. El
proyectil de acero con cabeza de bronce voló, estrellándose en el abdomen de la Bestia,
atravesándola de lado a lado sin estallar. Malherida,
lanzó un grito más poderoso que cien truenos. Girando
sobre sí, descargó esferas llameantes hacia las cuatro direcciones. Una de
los bólidos impactó en el propio tirador, quien se derrumbó en pocos segundos. Silencio
mortal.
Un manto
de sombra cubrió el sol durante seis minutos. Al final
del eclipse, cargado de electricidad, el aire pernicioso se concentró en el
emplazamiento. En ese
lapso, las tropas de la Columna Sur, FEI y Cazadores,
acometieron las posiciones de las Legiones,
librando combates cuerpo a cuerpo con toda especie de demonios, que huyeron
internándose en el extenso sistema de desagües cloacales.
Una vez rescatado el cuerpo sin vida del Comandante Tercero,
estrecharon el cerco sobre los restos de las Legiones y rociaron con lanzallamas el reducto de los decuriones,
dando término a la primera etapa de la contraofensiva
áurea.
Carlos
Távola había asumido la dirección de la Columna
Sur. Su misión
era perseguir al Mórbido y encerrarlo
en el círculo de luz, antes del
solsticio de invierno.
Glosario
Sección Epsilón: grupo de inteligencia detrás de las líneas enemigas,
integrado por mujeres. Generaron el primer foco de rebelión en territorio
ocupado. Fueron capturadas y asesinadas en la madrugada del 14 de mayo, horas
antes del inicio de la ofensiva final.
Torre de humedad: construcción cilíndrica asentada sobre suelo arcilloso,
rodeada de foso. Medía 50 metros de alto y 10 de ancho. Fue construida en menos
de una semana por un manipulo (tres
centurias).
Región fronteriza: no existen referencias confiables de esta frontera, llamada
así por Oscar de la Calle. Las anotaciones del cronista -en este punto- son
notoriamente imprecisas.
Milites: los
demonios milites actuaban en la
primera línea de los combates cumpliendo el papel de tropa de infantería.
Thomas Flaganny (1459-1492):poeta irlandés, autor del Tractatum Tripartitus (I, Sophia; II, Kerigma; III, Hipóstasis).