POST-SCRIPTUM
Los días
que siguieron están asentados en el Libro
Gris de la Ultima Tribu.
La ciudad
había perdido a sus mejores hijos, inocentes habían muerto y no sólo por la acción
del Vano Emperador, sino por la mezquindad, el egoísmo y la intemperancia. ¿Vale la
pena hacer algún comentario sobre los ya consabidos “arrepentidos”? Desde
entonces, la sociedad permanecía en un equilibrio inestable.
El poder
civil había sido reestablecido y regían nuevas instituciones: la Asamblea Popular, órgano legislativo y
soberano; el Triunvirato,
administrativo delegado de la Asamblea y el Tribunado,
encargado de administrar justicia.
Comenzaba otra historia, que no es
intención de este cronista relatar con amplitud.
La Asamblea se había impuesto dos
prioridades. La primera, consolidar la voluntad de la polis. Luego,
reconstruir la infraestructura básica de los servicios públicos.
Una paz bélica venía a ocupar el lugar de la tristeza. La inquietud y un temor soterrado no iban a abandonar jamás el ser de Buenos Aires. Grupos permanentes de vigilancia aparecieron en los barrios, día y noche, sin descanso. Antenas y radares llenaron los cielos. En los conductos subterráneos fueron instalados sonares y otros aparatos de alerta temprana. La sombra ominosa de los "acontecimientos" continuaría oscureciendo la vida de todos los días.
Una paz bélica venía a ocupar el lugar de la tristeza. La inquietud y un temor soterrado no iban a abandonar jamás el ser de Buenos Aires. Grupos permanentes de vigilancia aparecieron en los barrios, día y noche, sin descanso. Antenas y radares llenaron los cielos. En los conductos subterráneos fueron instalados sonares y otros aparatos de alerta temprana. La sombra ominosa de los "acontecimientos" continuaría oscureciendo la vida de todos los días.
Con
respecto a la Fratría es importante
señalar que volvería a reunirse con la intención que la animó desde el inicio:
transfigurar la realidad por la doble vía del Amor y el Compromiso,
aunque sin la urgente premisa de resistir y presentar batalla.
De tanto
en tanto, el bar de Jacinto -pese a que el querido Gallego había muerto de
muerte natural- sería el ámbito de encuentro para recordar el Tiempo de la Negrura.
De los
sobrevivientes del círculo, sólo
Daniel Vizzini, Daniel Mavied y Oscar de la Calle siguieron encontrándose
asiduamente, con más agitación que nostalgia, conscientes del perpetuo peligro,
unidos también por una amistad más sencilla y terrestre. Cada vez más olvidada, la Fratría,
reunida en la sede de Villa Ortúzar confeccionó una última proclama -un crepuscular día de diciembre- a modo de despedida.
En lo sustantivo, el documento manifestaba lo siguiente: "...bien lejos está de nosotros reclamar lugar honor alguno. No tuvimos como modelo al guerrero victorioso, recibido entre salvas y el delirio popular, al que se le erigen monumentos, coronada su frente por la gloria efímera. Nuestro modelo fue el ciudadano. Ciudadanos en armas que fuimos, arrojados a la lucha, regresamos a nuestras tareas diarias, ratificando nuestro compromiso con la sacralidad de toda vida, la ley del Amor que reina en el cosmos y la ley humana que rige la ciudad”.
Era el
canto del cisne de la tribu en extinción.
Un teatro
enorme y diáfano, el Parque Avellaneda, recibió, en las semanas venideras, las
cenizas de los hermanos caídos: el noble Telmo Goytía, el hondo Juan de Asúa,
el sencillo Santiago Vélez, el germinativo M. Ispro, el arrojado Pedro Abella,
almas generosas que renunciaron al laberinto de la placidez sin hondura.
La ceremonia sucedió en
un fresco amanecer, donde concurrí casi desencarnado.
Junto a ellos, decenas
de miles -ya árboles, piedra, tierra, viento- fulguran para siempre.
Laus deo et agno. Explicit.
Glosario
Laus deo et agno (lat.): gracias a
Dios y al Cordero.