La
llegada de la primavera traería otra mala nueva con escenario en el cementerio
del Oeste. Bajo un
grávido cielo gris topo, la mano del Diablo
añadía otra dosis de repugnancia. Cierta
tarde, una patrulla de vigilancia, observó que algunos de los cuerpos de
apestados resplandecían mientras esperaban su cremación.
Una
investigación más exhaustiva determinó que estábamos ante ceremonias
aberrrantes organizadas por cultores de Satán.
Sujetos a
una resurrección demoníaca, volvían como vykrolakas,
demonios que toman forma humana -a expensas de cadáveres- al conjuro de las
páginas del Speculum Maleficorum, del
satanista y alquimista germánico del siglo XIII, Heinrich Allatius.
Según
Mateo Soler, el extraordinario suceso ocurría cuando regían los días impuros, período entre el
equinoccio de primavera y la Navidad en el cual las fuerzas del mal se
realimentaban.
Los hombres-demonios eran fácilmente
detectables por su aspecto: pelo blanco, largas uñas, ojos inyectados, llagas
purulentas, orificio en la nuca. Dormían
en oquedades, sótanos, entretechos y bóvedas. Comían
carroña. Y podían levitar y mutar.
Hacia
mediados de octubre, la peste se llevó a Santiago Vélez, el mayor de la Ultima Tribu. Querible, retraído y
humilde, nadie dudaba que era un personaje salido de alguna novela de
Roberto Arlt. Trabajó desde chico en un taller. Fue electricista, técnico
electrónico, vendedor de libros, pintor, ceramista, inventor, titiritero y ante
todo, un bohemio sin remedio.
Tras ese
golpe del destino y antes que finalizara noviembre, M. Ispro, el Matemático agonizaba en su domicilio,
víctima de una patología inexplicable.
Con él se
fue un alma hecha a sí misma, laboriosa, reflexiva. Había nacido en un pueblo de Entre Ríos,
un día de setiembre de 1957.
El peso
plúmbeo del pesar doblegaba nuestras espaldas.
Como un
mal sueño, el recuerdo del trienio ‘76-’79 apareció delante del Círculo.
El Comandante Segundo decidió barajar y dar de nuevo.
La
responsabilidad militar recayó en Pedro Abella, Mateo Soler y Carlos Távola.
De los
aspectos logísticos, Inteligencia y Comunicaciones, se ocuparían Daniel Mavied y
Jorge Gamarra.
A este
cronista, sin dejar su labor específica, se le asignó organizar nuevas unidades
de combatientes.
Las
acciones se reiniciaron cerca de Navidad con una nueva ofensiva de la Legión
sobre la Plaza de los Dos Congresos, siendo la avenida Rivadavia la yugular que
apretaban los guerreros del Señor de la
Muerte.
El rumbo
de la guerra de liberación pronto adquirió un sentido catastrófico para la Causa. La
epidemia siguió avanzando, sin visos de aquietarse. Las
condiciones sanitarias se deterioraron más rápido de lo previsto. El
alimento y el agua tuvieron que ser racionados. La
avanzada de los hombres-demonios
detrás de nuestras filas ocasionó pocas muertes aunque un pánico indescriptible
y el retraimiento de la sociedad civil. Fueron
horas de abatimiento e inmenso dolor.
La
víspera de Nochebuena se desató otra pestilencia, la de ánthrax, agente letal de la fallida guerra bacteriológica
interhumana, rociada desde el aire por vykrolakas
y trasmitidos por sus pelos infectados conteniendo esporas.
Favorecidos
por el frío húmedo del invierno y la ventosa primavera, el índice de
replicación bacilar asombraba a los investigadores. La
diseminación del bacillus anthracis,
en su forma neumónica, causó centenares de muertes por hemorragia,
insuficiencia respiratoria e intoxicación y secuelas en otras miles de
personas.
El
reinado de la oscuridad se aproximaba.
La
derrota, aparecía en el horizonte de manera casi irreversible.
Pasadas algunas horas el día de la Natividad del Señor, luego de haber roto las líneas del frente principal con el apoyo de
varias Legiones, el Arconte Negro fue proclamado Señor del Mundo y Heosphoros de la
ciudad.
Rodeadas
de demonios, biothanati, licántropos y vykrolakas, las oficiantes, poseídas, sin rastro alguno de su
antigua condición humana, celebraron la solemne misa negra de entronización, ofrendando corazones de prisioneros al
altar de Abaddón.
A pocas
horas de la culminación del milenio, Mateo Soler y Daniel Mavied presentaron al Comandante Segundo un plan de rápida aunque riesgosa ejecución, al que
llamaron contraofensiva áurea.
Aquella
tarde, en el mayor de los secretos, mientras el diluvio volvía una y otra vez,
expusieron ante la Fratría, lo que
constituía una de las últimas esperanzas de la Resistencia. Una de
las etapas consistía en infiltrar las líneas enemigas, llegar hasta el bunker
enemigo, aniquilar su estado mayor -los demonios decuriones- y trazar el
círculo de luz alrededor del Oscuro,
arrojándolo por mil años en la gehena.
Glosario
Vykrolaka (mit. gr.
y rumana): especie de vampiro nacido del alma de un muerto no bautizado. Vive
de incógnito en ciudades y frecuenta los cementerios, donde devora cadáveres.
Speculum maleficorum: aterradora obra del fraile Allatius. Constaba de tres libros con maleficios, invocaciones y
conjuros. El único ejemplar encontrado fue destruido por el comandante Segundo (Pedro Abella).
Heinrich Allatius (latinizado Enrico
Alatio): monje dominico germánico (1252-1305). Doctor en Teología, fue
excomulgado por sacrílego en la catedral de Worms el viernes santo de 1305,
condenado a muerte y ejecutado el último día de ese año.
Heosphoros (gr.): la figura contrapuesta a la del Salvador. La soberbia y
crueldad del Heosphoros son proverbiales.