lunes, 15 de octubre de 2018

CUADERNO DE INSOMNIO - V. LOS SUEÑOS

V. LOS SUEÑOS  

Invité al heraldo a tomar un café que no aceptó. Debía partir de inmediato al comando zonal, donde lo esperaban distintas tareas.
Extrañé los años de juventud, a mis amigos, cuando había tiempo para charlar y deambular por Barracas, Devoto o Villa Ortúzar, ir a los clubes de barrio, viajar en tranvía hacia ninguna parte, entrar a los cines del centro, quedarnos horas y horas en un cafetín mirando pasar la vida o tomar mate mientras escuchaba la radio en el patio de la casa paterna. De inmediato sentí culpa. Culpa por darle un lugar a la nostalgia, mientras afuera... 
Hasta medianoche me dediqué a revelar los rollos fotográficos en el laboratorio del sótano. La irradiación de los demonios había velado todas las películas.
La soledad hacía valer su paso de tiranosaurio. La luz herrumbrosa del cuarto lo hacía todo más nostalgioso. Ya no estamos para estos trotes, pensé. 
¿Dónde estarían mis amigos de siempre...? ¿Qué fue de mis compañeros de lucha y de trabajo...? ¿Dónde se hallarían tantos rostros amados...? 
Recité para mis adentros, a manera de oración, los versos de Quevedo: “Más no de esotra parte de la ribera dexará la memoria en donde ardía...”. La urgencia de vivir me trajo al presente. 
Caí en la cuenta que la Epifanía del Oscuro se había producido y que este dato era irreversible. Todas las energías, hasta el último átomo de la corporalidad, deberían estar puestas en devolver al Enemigo al fondo de su madriguera.
Con efecto diferido, me embargó un profundo sentimiento de espanto ante esa maiestas siniestra, nada igualable a realidad humana alguna.
El Parque Lezama, lugar sagrado, centro santo de irradiación energética, que tantas veces había recorrido en mi adolescencia, grabada a fuego desde que Ernesto Sábato lo eternizara en Sobre héroes y Tumbas, era, por ello mismo, el sitio elegido por el poder oscuro, porque hace a la misma naturaleza del Diablo profanar el espacio consagrado -el axis mundo-- otorgándole un sentido inverso al original, alejándolo de la valoración cósmica intrínseca.
Me acordé del Dios escondido del que hablaba siempre el Errante
¿Estaba allí, oculto tras el manto negro del cielo, para volver al fin de los tiempos? 
Pensé, por unos segundos, en el tiempo de la alegría, del regocijo, el tiempo festivo del amor terrestre, la vida, los hijos, los compañeros, los amigos...
Después caí en un estado soporoso y soñé. 



En el primero de los sueños me encontraba arriba de una acacia, en medio de una compacta arboleda. Seis mujeres llevaban máscaras rituales de cabras y se acercaban a una mesa oblonga de piedra gris donde estaba encadenada una virgen. Seis centauros bailaban gozosos alrededor de la mesa. Coronaban sus frentes guirnaldas de hojas de mirto.
Una de las mujeres hundió un cuchillo de plata en el corazón de la doncella, procediendo al diasparagmos, el desmembramiento de la víctima ritual, y ofreció los restos a las otras oficiantes, quienes corrieron a ocultarlos en un bosque cercano, al que llamaban Jardín de Dyonisos.
Después del ocultamiento tronó una voz que pronunció la sentencia:
“Cuando la luna sea devorada por los dientes de la muerte, restaurado será el reinado de Belial”.  

El segundo de los sueños estuvo relacionado con un cordero renaciendo de la madera al ponerse el sol.
El escenario era el mismo bosque, poblado de encinas, nogales y acacias.
Cada vez que sobrevenía la lluvia, afloraban los restos de la doncella y las mujeres-cabras realizaban celebraciones fúnebres y orgiásticas, entre gemidos, risas y pullas al cordero.
El cordero, una vez crecido, se transformaba en león y devoraba a sus enemigos: cabras, centauros y la serpiente circular Ouroboros.

El tercer sueño -que fue interrumpido- versó sobre la muerte. Como en la representación popular, aparecía bajo la forma de calavera envuelta en mortaja, cabalgando por un campo yermo. En el terreno, siete tumbas blancas miraban hacia Oriente. El sol se derramaba sobre los túmulos y un viento cálido recorría los árboles sagrados con los nombres de cada uno de los guerreros. Otros cuatro, quienes parecían sus hermanos, recibían a nuevos caballeros.

Desperté tristísimo, con la extraña y desagradable impresión de haber soñado vaticinios.El gallo cantó, aunque la apagada luz solar y el aire helado correspondían más a las crudas estaciones del hemisferio norte que al verano porteño.
A las 7.00 salí. Me dirigí hasta el lugar convenido con el grupo de reconocimiento, en el Parque Rivadavia. Las calles seguían desiertas. El efecto del gas y el pánico mantenían a los habitantes en sus viviendas.
Una hora más tarde, una vez reunidos los cinco, llegaban nuevas directivas: junto a combatientes de las Fuerzas Especiales de Infantería deberíamos  explorar un tramo de la red subterránea y encontrar la entrada del gehena.

Glosario

Maiestas (lat.): majestad. Se refiere al poder terrible de lo sobrenatural, que provoca un sentimiento de espanto y de no-ser.
Axis mundi (lat.): literalmente, eje del mundo. En los simbolismos del centro del Mundo, el eje sugiere el ‘punto fijo’ que permite orientarse en el mundo y ‘fundar’ lo real no apariencial, en comunicación con lo sagrado. Es el punto de encuentro del cielo con la tierra y el infierno.
Dios escondido: noción central de corrientes teológicas cristianas y mosaicas que hablan de un ‘alejamiento’ de Dios respecto de la historia humana, durante edades enteras, hasta que decide manifestarse.
Diasparagmos (del gr.): rito del desmembramiento del cuerpo ofrecido en sacrificio, generalmente una mujer joven y virgen.
Jardín de Dyonisos: lugar tenebroso del mundo inferior, donde los seres monstruosos ejercían sus poderes con plenitud.
Ouroboros: animal mítico que muerde su propia cola y se devora a sí mismo. Símbolo utilizado por los alquimistas para indicar aquello que, como el círculo, no tiene principio ni fin. Se estima que se surgió entre los gnósticos ofitas.