martes, 16 de octubre de 2018

CUADERNO DE INSOMNIO - VIII. REENCUENTRO

VIII. REENCUENTRO


Salir de aquellos túneles y de las tierras del mal fue como volver a vivir, pese a la extendida oscuridad que cubría la ciudad. Habíamos permanecido casi un mes y medio abajo.
Por la expresión en el rostro del Errante, que concurrió a recibirnos -pese a las recomendaciones en contrario de otros compañeros- comprendí que la situación general para la Causa era peor que lo que había dejado entrever el Trovador.
Las tropas del Príncipe del Odio habían roto el doble cerco de la Resistencia sobre la cabecera del desembarco y avanzaban en dirección al centro geográfico de la ciudad.
Durante esos fatídicos cuarenta días se sucedieron batallas cortas pero rabiosas: la de la Luna Llena, en la zona de Barracas; del Globito, en las inmediaciones de Amancio Alcorta y Jujuy; y el llamado combate del Borda, cerca del hospital municipal homónimo. 
Otra, de considerables dimensiones, se produjo en adyacencias del templo pentecostal de Vélez Sarsfield y el Riachuelo.  Las bajas eran importantes.

Con los ojos llenos de lágrimas, el Comandante relató a este cronista que en los combates por el control del Parque Lezama habían muerto Telmo Goytía -el Caminador- y Juan de Asúa -Juan el Menor-, responsables de las zonas I y II, respectivamente. Otras vidas valiosas también se habían perdido: decenas de anónimos luchadores, miembros del socorro sanitario, voluntarios, ciudadanos indefensos. El Centro de Rastreo Electrónico en San Telmo había sido descubierto y destruido después de un cruento asalto a cargo de biothanati. Los operadores de los equipos electrónicos y los defensores, capturados vivos, luego fueron torturados y devorados con la modalidad del ritual invertido.
El templo ortodoxo sobre la calle Brasil no escapó a la furia demoníaca. Fue demolido hasta los cimientos y su luminosa arquitectura, los objetos y el suelo consagrado fueron profanados. Allí se erigió un lugar de celebración de jacquerías, con su mesa de sacrificios humanos y oficiantes.

Hacia mayo se luchaba en tres frentes: el más crucial se focalizaba en la zona del Congreso, cerca de Avenida de Mayo y San José, por donde avanzaba la columna principal del Enemigo.
El segundo, en Parque Patricios, tenía una entidad menor, aunque no por ello dejaba de preocupar a los DoceSe trataba de una maniobra de pinzas, cuya tercera pata se apoyaba en el área delimitada por Córdoba, Gallo, Pueyrredón y Paraguay, donde las líneas defensivas de la Resistencia estaban debilitadas. Efectivamente, los ataques se renovaron en el sur, tal cual lo había entrevisto el Errante, pero la situación era fluída.
Las Legiones  se movían con rapidez  hacia el noroeste. La estrategia diabólica era clara: si rompían esas líneas podrían avanzar hacia Villa Crespo, base del Comando Estratégico y del Centro Electrónico de Comunicaciones. Desde allí se abrirían paso hasta Parque Centenario, donde se estaban concentrando nuevas secciones de combatientes y de auxiliares, con poca o nula experiencia en el manejo de armas y el arte de la guerra. 
El Errante convocó a una reunión de los Doce a las seis de la tarde en el bar ”Los Hermanos”. Los comandantes zonales serían reemplazados por unas horas. Los capitanes tomarían el mando, por lo que se montó un dispositivo de emergencia para cubrir las espaldas del plenario.

Ya no estaban vacías las calles. Desafiando el miedo, los habitantes de las áreas no ocupadas por las Legiones, salían de sus domicilios, se reunían en las plazas y se autoorganizaban.  El personal de los hospitales públicos trabajaba como podía, con una tenacidad imparable, al igual que las cuadrillas de mantenimiento. 
Mientras los camiones de bomberos no daban abasto para apagar incendios o rescatar familias dentro de los edificios derrumbados, las fuerzas de seguridad del Sistema se iban integrando a las filas de la Resistencia, mucho mejor organizada y con una moral altísima pese a los reveses.
Las comunicaciones telefónicas estaban en un 70 % afectadas: las emisoras comerciales, públicas y privadas no trasmitían. Tampoco aparecían los diarios de alcance nacional por hallarse dentro de las áreas ocupadas. Circulaban publicaciones precarias, de pocas páginas y tirada modesta. Cumplían un rol fundamental en cuanto a la organización y búsqueda de personas, al igual que las radios barriales y los escasos radioaficionados que podían operar, no sin grandes dificultades, por la alteración en las bandas electromagnéticas.

Fuimos llegando de a uno al bar. Nos esperaba en la puerta el Gallego Jacinto, con una sonrisa triste. Adentro, el Errante, hierático, sentado en la cabecera, estaba concentrado.
Dos sillas vacías simbolizaban la ausencia presente de los compañeros muertos. En silencio, emocionados, dimos comienzo al plenario. Después de orar por los caídos y recordar que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos, el Errante estableció que los lugares dejados en los Fratelli por Juan el Menor y el Caminador no serían cubiertos. Admitía, sí, el nombramiento de capitanes, un rango menor al de comandantes, sin que formen parte de la plana mayor de la Resistencia.

Cuando llegue el tiempo -enfatizó- una nueva hermandad comparecerá ante la Ciudad y ante Aquel que nos guía.  Para sorpresa de todos, anunció su pronta partida.
-No pregunten dónde iré. Ustedes seguirán la lucha, aunque muchos hermanos deban partir antes que yo.
-No lo dudés Oscar, aseveró mirándome. 
-Nos reencontraremos los Doce. Existe otra vida.  

Sabía de mi escepticismo crónico. Sabía que en el fondo de mi alma yo no creía demasiado, que mi fe era débil. Volvió a mirarme.

 -No se cree un poco. Se cree o no se cree. 
-Quiero creer, le respondí.
-La cuestión es vital: todo o nada.
-Creo, socorre mi incredulidad, dije elevando la voz.

El tiempo se detuvo. Volví a ver las siete tumbas blancas del sueño. Y al Errante tendiéndome la mano. Los Doce nos reencontrábamos en otro tiempo, más tierno y feliz.  Compartíamos una inmensa cena, junto a nuestras familias, a las familias de todos. 
Una polifonía infinita embargaba los corazones de aromas infantiles y sensaciones que creía irrepetibles. Lloré. 
Cuando se reestableció el tiempo cotidiano, el Errante había cambiado su expresión de esfinge. Nos pidió un nuevo esfuerzo. Extenuado, no cejaba nunca, ideando alternativas a los problemas, imaginando escenarios posibles, escuchando sugerencias. El peso de la responsabilidad lo había encorvado. Pero esto era casi imperceptible. Rondaba los cincuenta años.

-La situación, siendo realistas, es grave, relató. Después pontificó: “Si no fuera que veo a la gente organizándose, mi opinión sería más bien pesimista en lo inmediato. Me parece que esto va para largo. Venceremos, sí, pero a un precio muy alto. Tiene su explicación. Alguien, hace siglos la llamó teoría del Rescate”.
Es la retribución que debemos pagar al Padre, si es necesario con nuestra sangre, para acompañar el sufrimiento del Hijo, del que participamos por ser agonistas inexcusables. Nosotros vendríamos a ser algo así como el ala pneumática en el concierto del Drama Universal. Nuestras vidas humanas están llenas de aire, no de vacío. Ese aire es el Espíritu, el pneuma, que nos comunica su carisma de vida y acción. Debemos cuidarlo”.

Sus palabras fueron recibidas como alimento en el desierto. Las heterodoxas concepciones teológicas sonaban armónicas del Errante, sin falsas notas. Lejos de aflojarnos y relajarnos eran verbo vivificante.  Pedro Abella y el Matemático, urgidos por la presión sobre las líneas defensivas de los frentes que dirigían, solicitaron expresas instrucciones. El Comandante confirmó que ese era el motivo de la convocatoria. 

-Discutiremos entre todos la estrategia a seguir. Ustedes serán, colegiadamente, dentro de poco, la máxima conducción de la Resistencia, el Directorio. Daniel Vizzini será el aglutinador, pero sólo seis seguirán hasta el final de la oscuridad, profetizó.

Al  cabo de una hora, habíamos fijado los lineamientos de la nueva estrategia: crear focos de agitación en los lugares tomados (barrios de San Telmo, Boca, Constitución, Barracas, San Cristóbal, Montserrat y San Nicolás), infiltrar tropas utilizando los túneles para atacar la retaguardia (el edificio de la Aduana y espacios colonizados aledaños) y desplazarnos con mayor fluidez, golpeando y desapareciendo mediante unidades pequeñas, sin plantear combates frontales.
Antes de despedirse hasta la próxima reunión, Carlitos Távola informó que las puertas de la gehenna habían sido selladas, ejerciendo la Resistencia un control absoluto en los túneles troncal Alfa y transversales Beta y Gamma. Los cursos hídricos subterráneos (Aqueronte y arroyos Maldonado, Vega, Medrano y Cildañez), los túneles del subte y el sistema de desagües estaban bajo control.  
Por su parte, el Errante leyó el número de bajas, que, aclaró, eran provisorias: 
-Resistencia:  2000 muertos (la mayoría combatientes) 400 heridos. Ningún prisionero. -Legiones: 500 muertos (300 biothanati / 200 demonios). Ningún herido, Ningún prisionero.

El mal no prevalecerá. La luz vence a las tinieblas. Ya está llegando Aquel que todo lo restaura, trayendo una nueva Edad de Oro ”, fueron las palabras que dieron por terminado el plenario.

Esa fue la última vez que estuvimos con él. Según ciertas versiones, que tratamos de confirmar, poniendo en ello renovadas energías pero sin llegar a ninguna conclusión sólida, el Errante partió hacia otras ciudades, luego de organizar y guiar a la Resistencia en este lugar del mundo. Otros testimonios, indicaron que habiendo cumplido su misión en la Tierra, fue arrebatado por arcángeles hacia los cielos. Los que menos lo conocieron, arguyeron que se anonimizó, confundiéndose en la multitud. 
En lo personal, estoy seguro que está entre nosotros, pastor irredento cuidando a su rebaño. Sus seis sentidos aún vigilan las dilatadas noches en el silencio inmaterial del sur. 
Como Ulises, sorteando los obstáculos, volverá a su patria terrestre cuando ella esté en peligro, mientras espera la hora del reencuentro definitivo.



Glosario

Ritual invertido: los rituales relacionados con el culto a Satán son una imitación degradada de la liturgia cristiana, a la manera de un espejo deformante y grotesco.
Jacquerías: rituales satánicos ejecutados desde 1355, en Europa Central, Francia e Italia. Consisten en sacrificios humanos y de animales y fiestas orgiásticas.
Credo quia absurdum (lat.): creo porque es absurdo.
Ala pneumática: los libros de la Tercera Era mencionan el duro golpe recibido por las fuerzas de la Luz cuando el Hombre Primordial fue arrebatado por las fuerzas de la Oscuridad. Para auxiliarlo el Creador envió al Espíritu Viviente (Pneuma) y a su emanación en el mundo -el ala pneumática- para insuflar vida a la Causa.
Edad de Oro: en los comienzos del tiempo, refieren distintas tradiciones, existió una Edad dorada, donde el Mal no tenía lugar. Luego devinieron la Edad de Plata, dos Edades del Bronce y la Edad del Hierro. En esta última prepondera la iniquidad, la crueldad y la traición.