Salir
de aquellos túneles y de las tierras del
mal fue como volver a vivir, pese a la extendida oscuridad que cubría la
ciudad. Habíamos permanecido casi un mes y medio abajo.
Por
la expresión en el rostro del Errante,
que concurrió a recibirnos -pese a las recomendaciones en contrario de otros
compañeros- comprendí que la situación general para la Causa era peor que lo que había dejado entrever el Trovador.
Las
tropas del Príncipe del Odio habían
roto el doble cerco de la Resistencia
sobre la cabecera del desembarco y avanzaban en dirección al centro geográfico
de la ciudad.
Durante
esos fatídicos cuarenta días se sucedieron batallas cortas pero rabiosas: la de
la Luna Llena, en la zona de Barracas; del
Globito, en las inmediaciones de Amancio Alcorta y Jujuy; y el llamado
combate del Borda, cerca del hospital
municipal homónimo.
Otra,
de considerables dimensiones, se produjo en adyacencias del templo pentecostal
de Vélez Sarsfield y el Riachuelo. Las
bajas eran importantes.
Con
los ojos llenos de lágrimas, el
Comandante relató a este cronista que en los combates por el control del
Parque Lezama habían muerto Telmo Goytía -el
Caminador- y Juan de Asúa -Juan el
Menor-, responsables de las zonas I y II, respectivamente. Otras
vidas valiosas también se habían perdido: decenas de anónimos luchadores,
miembros del socorro sanitario, voluntarios, ciudadanos indefensos. El
Centro de Rastreo Electrónico en San
Telmo había sido descubierto y destruido después de un cruento asalto a cargo
de biothanati. Los
operadores de los equipos electrónicos y los defensores, capturados vivos,
luego fueron torturados y devorados con la modalidad del ritual invertido.
El
templo ortodoxo sobre la calle Brasil no escapó a la furia demoníaca. Fue
demolido hasta los cimientos y su luminosa arquitectura, los objetos y el suelo consagrado fueron profanados. Allí
se erigió un lugar de celebración de jacquerías,
con su mesa de sacrificios humanos y oficiantes.
Hacia
mayo se luchaba en tres frentes: el más crucial se focalizaba en la zona del Congreso, cerca de Avenida de Mayo y San José, por donde avanzaba la
columna principal del Enemigo.
El
segundo, en Parque Patricios, tenía una entidad menor, aunque no por ello
dejaba de preocupar a los Doce. Se
trataba de una maniobra de pinzas, cuya tercera pata se apoyaba en el área
delimitada por Córdoba, Gallo, Pueyrredón y Paraguay, donde las líneas
defensivas de la Resistencia estaban debilitadas. Efectivamente,
los ataques se renovaron en el sur, tal cual lo había entrevisto el Errante, pero la situación era
fluída.
Las
Legiones se movían con rapidez hacia el noroeste. La
estrategia diabólica era clara: si rompían esas líneas podrían avanzar hacia
Villa Crespo, base del Comando Estratégico y del Centro Electrónico de Comunicaciones. Desde allí se abrirían paso hasta Parque Centenario, donde se estaban
concentrando nuevas secciones de combatientes y de auxiliares, con poca o nula
experiencia en el manejo de armas y el arte de la guerra.
El Errante convocó a una reunión de los Doce a las seis de la tarde en el
bar ”Los Hermanos”. Los
comandantes zonales serían reemplazados por unas horas. Los
capitanes tomarían el mando, por lo que se montó un dispositivo de emergencia
para cubrir las espaldas del plenario.
Ya
no estaban vacías las calles. Desafiando
el miedo, los habitantes de las áreas no ocupadas por las Legiones, salían de sus domicilios, se reunían en las plazas y se
autoorganizaban. El
personal de los hospitales públicos trabajaba como podía, con una tenacidad imparable, al igual que las cuadrillas de mantenimiento.
Mientras los
camiones de bomberos no daban abasto para apagar incendios o rescatar familias
dentro de los edificios derrumbados, las fuerzas de seguridad del Sistema se iban integrando a las filas de la Resistencia, mucho mejor organizada y
con una moral altísima pese a los reveses.
Las
comunicaciones telefónicas estaban en un 70 % afectadas: las
emisoras comerciales, públicas y privadas no trasmitían. Tampoco
aparecían los diarios de alcance nacional por hallarse dentro de las áreas
ocupadas. Circulaban
publicaciones precarias, de pocas páginas y tirada modesta. Cumplían
un rol fundamental en cuanto a la organización y búsqueda de personas, al igual
que las radios barriales y los escasos radioaficionados que podían operar, no
sin grandes dificultades, por la alteración en las bandas electromagnéticas.
Fuimos
llegando de a uno al bar. Nos
esperaba en la puerta el Gallego Jacinto, con una sonrisa triste. Adentro,
el Errante, hierático, sentado en la
cabecera, estaba concentrado.
Dos
sillas vacías simbolizaban la ausencia presente de los compañeros muertos. En
silencio, emocionados, dimos comienzo al plenario. Después
de orar por los caídos y recordar que no
hay amor más grande que dar la vida
por los amigos, el Errante estableció
que los lugares dejados en los Fratelli por
Juan el Menor y el Caminador no serían cubiertos. Admitía,
sí, el nombramiento de capitanes, un rango menor al de comandantes, sin que
formen parte de la plana mayor de la Resistencia.
Cuando llegue el tiempo -enfatizó- una
nueva hermandad comparecerá ante la Ciudad y ante Aquel que nos guía. Para
sorpresa de todos, anunció su pronta partida.
-No
pregunten dónde iré. Ustedes seguirán la lucha, aunque muchos hermanos deban
partir antes que yo.
-No
lo dudés Oscar, aseveró mirándome.
-Nos reencontraremos los Doce. Existe otra vida.
Sabía
de mi escepticismo crónico. Sabía que en el fondo de mi alma yo no creía
demasiado, que mi fe era débil. Volvió a mirarme.
-Quiero
creer, le respondí.
-La
cuestión es vital: todo o nada.
-Creo, socorre mi incredulidad, dije elevando la voz.
El
tiempo se detuvo. Volví a ver las siete tumbas blancas del sueño. Y
al Errante tendiéndome la mano. Los Doce nos reencontrábamos en otro tiempo, más
tierno y feliz. Compartíamos una inmensa
cena, junto a nuestras familias, a las familias de todos.
Una
polifonía infinita embargaba los corazones de aromas infantiles y sensaciones
que creía irrepetibles. Lloré.
Cuando
se reestableció el tiempo cotidiano, el
Errante había cambiado su expresión de esfinge. Nos
pidió un nuevo esfuerzo. Extenuado, no cejaba nunca, ideando alternativas a los
problemas, imaginando escenarios posibles, escuchando sugerencias. El
peso de la responsabilidad lo había encorvado. Pero esto era casi
imperceptible. Rondaba
los cincuenta años.
-La
situación, siendo realistas, es grave, relató. Después
pontificó: “Si no fuera que veo a la gente organizándose, mi opinión sería más
bien pesimista en lo inmediato. Me parece que esto va para largo. Venceremos,
sí, pero a un precio muy alto. Tiene su explicación. Alguien, hace siglos la
llamó teoría del Rescate”.
“Es
la retribución que debemos pagar al Padre,
si es necesario con nuestra sangre, para acompañar el sufrimiento del Hijo, del que participamos por ser
agonistas inexcusables. Nosotros vendríamos a ser algo así como el ala pneumática
en el concierto del Drama Universal. Nuestras vidas humanas están llenas de
aire, no de vacío. Ese aire es el Espíritu,
el pneuma, que nos comunica su
carisma de vida y acción. Debemos cuidarlo”.
Sus
palabras fueron recibidas como alimento en el desierto. Las
heterodoxas concepciones teológicas sonaban armónicas del Errante, sin falsas notas. Lejos
de aflojarnos y relajarnos eran verbo vivificante. Pedro
Abella y el Matemático, urgidos por
la presión sobre las líneas defensivas de los frentes que dirigían, solicitaron
expresas instrucciones. El Comandante confirmó que ese era el motivo de la
convocatoria.
-Discutiremos
entre todos la estrategia a seguir. Ustedes serán, colegiadamente, dentro de
poco, la máxima conducción de la Resistencia,
el Directorio. Daniel Vizzini será el aglutinador, pero sólo seis seguirán
hasta el final de la oscuridad, profetizó.
Al cabo de una hora, habíamos fijado los
lineamientos de la nueva estrategia: crear focos de agitación en los lugares
tomados (barrios de San Telmo, Boca, Constitución, Barracas, San Cristóbal,
Montserrat y San Nicolás), infiltrar tropas utilizando los túneles para atacar
la retaguardia (el edificio de la Aduana y espacios colonizados aledaños) y desplazarnos con
mayor fluidez, golpeando y desapareciendo mediante unidades pequeñas, sin
plantear combates frontales.
Antes
de despedirse hasta la próxima reunión, Carlitos Távola informó que las puertas
de la gehenna habían sido selladas,
ejerciendo la Resistencia un control
absoluto en los túneles troncal Alfa
y transversales Beta y Gamma. Los cursos hídricos
subterráneos (Aqueronte y arroyos
Maldonado, Vega, Medrano y Cildañez), los túneles del subte y el sistema de
desagües estaban bajo control.
Por
su parte, el Errante leyó el número
de bajas, que, aclaró, eran provisorias:
-Resistencia: 2000 muertos (la mayoría combatientes) 400
heridos. Ningún prisionero. -Legiones: 500 muertos (300 biothanati / 200 demonios). Ningún herido, Ningún prisionero.
“El
mal no prevalecerá. La luz vence a las tinieblas. Ya está llegando Aquel que todo lo restaura, trayendo
una nueva Edad de Oro ”, fueron las
palabras que dieron por terminado el plenario.
Esa
fue la última vez que estuvimos con él. Según
ciertas versiones, que tratamos de confirmar, poniendo en ello renovadas
energías pero sin llegar a ninguna conclusión sólida, el Errante partió hacia otras ciudades, luego de organizar y guiar
a la Resistencia en este lugar del
mundo. Otros testimonios, indicaron que habiendo cumplido su misión en la
Tierra, fue arrebatado por arcángeles hacia los cielos. Los que menos lo conocieron, arguyeron que
se anonimizó, confundiéndose en la
multitud.
En
lo personal, estoy seguro que está entre nosotros, pastor irredento cuidando a
su rebaño. Sus seis sentidos aún vigilan las dilatadas noches en el
silencio inmaterial del sur.
Como Ulises, sorteando los obstáculos, volverá a
su patria terrestre cuando ella esté en peligro, mientras espera la hora del
reencuentro definitivo.
Glosario
Ritual invertido: los rituales relacionados con el culto a
Satán son una imitación degradada de la liturgia cristiana, a la manera de un
espejo deformante y grotesco.
Jacquerías: rituales satánicos ejecutados desde 1355, en
Europa Central, Francia e Italia. Consisten en sacrificios humanos y de
animales y fiestas orgiásticas.
Credo quia absurdum (lat.): creo
porque es absurdo.
Ala pneumática: los libros de la Tercera Era mencionan el
duro golpe recibido por las fuerzas de la Luz cuando el Hombre Primordial fue arrebatado por las fuerzas de la Oscuridad.
Para auxiliarlo el Creador envió al Espíritu
Viviente (Pneuma) y a su emanación en el mundo -el ala pneumática- para
insuflar vida a la Causa.
Edad de Oro: en los comienzos del tiempo, refieren
distintas tradiciones, existió una Edad dorada, donde el Mal no tenía lugar.
Luego devinieron la Edad de Plata,
dos Edades del Bronce y la Edad del Hierro. En esta última
prepondera la iniquidad, la crueldad y la traición.